El contexto político nicaragüense se ha tornado más complejo para el desempeño de las Organizaciones de la Sociedad Civil. El gobierno ha adoptado una actitud de vigilancia a las Organizaciones y ha emprendido acciones contra algunas que ha considerado han intervenido en los asuntos internos del país. Eso ha provocado que muchas organizaciones reduzcan la intensidad de sus acciones e impriman mayor prudencia en sus implementaciones.
Por otro lado, la clase política vive tiempos de extraordinaria división. Los partidos políticos de oposición no han logrado concretar una alianza productiva a favor de los ciudadanos y han concentrado sus agendas en la confrontación con otras fuerzas o el gobierno y han dejado de lado el fomento de los valores cívicos en la comunidad.
La ciudadanía nicaragüense es receptiva, participa cuando los espacios son ofrecidos y garantizados. El mayor reto de las Organizaciones de la Sociedad Civil, desde mi punto de vista, es la consistencia escrupulosa en sus acciones y la articulación entre ellas mismas para empujar objetivos comunes que abonen a los que cada una tiene en su propia agenda.
Hoy en día el país cuenta con un altísimo número de organizaciones actuando directamente en la comunidad y son, sin duda, una fuerza viva entre la ciudadanía aunque sus esfuerzos en ocasiones se antojan aislados entre ellas cuando podrían gozar de las ventajas que les ofrece, quizá, un trabajo un poco mas articulado.

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